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Seis días a la semana, el cantante lucha contra sus demonios –físicos y de otro tipo– poniendo su cuerpo al límite.

Con su ritmo pausado, nadie lo diría. Dando zancadas en una cinta de correr AssaultRunner en un gimnasio comercial en la Ruta Estatal 1, la Pacific Coast Highway, el cantante de 1,95 m y 93 kg parece tranquilo y relajado. Para un tipo que entrena seis días a la semana, rompe la pista dos horas por noche para aforos completos y mete canastas por diversión, la carrera de hoy (un calentamiento previo a una sesión de pesas intensa que atacará las piernas, hombros y su aguante) apenas cuenta como entrenamiento.

Aun así, para el músico de 35 años, es un salvavidas. A Dan Reynolds le acosa la inflamación crónica. Cuando llegó a la veintena desarrolló colitis ulcerosa, que amenazaba con convertir sus intestinos en bolas de dolor. Luego, a sus 23, le diagnosticaron espondilitis anquilosante, una segunda enfermedad inflamatoria, más rara, que afecta a la columna vertebral, la pelvis y el tracto digestivo y que si no se trata, puede derivar en pérdida de visión, fusión de las vértebras y enfermedades cardiovasculares.

El tratamiento estándar de estas enfermedades son pastillas inmunosupresoras a puñados, pastillas que acaban con la fuerza de Reynolds y le dejan a merced de resfriados, gripes y sinusitis, algo terrible para alguien cuya carrera depende de su voz de tenor dramático. ¿La única alternativa? Seguir una dieta supercuidada y mucho ejercicio.

De ahí su presencia esta mañana, y la mayoría de mañanas, en Malibu Fitness, un centro con décadas a sus espaldas donde los locales vienen a levantar peso, montar en bici, dar puñetazos y sudar. Aunque Reynolds es un cliente habitual, sus entrenamientos no lo son. “Tengo que vivir una vida muy extrema para evitar tomar medicamentos biológicos”, cuenta. “La espondilitis va a estar ahí siempre, esperándome”. Así que él sigue entrenando, intentando ir un paso por delante de su sistema inmune.

Hoy, eso significa acabar con su entrenamiento antes de irse a casa a componer, algo que hace todos los días. Reynolds está obsesionado con la rutina y entrenar es una parte clave de ella. “Me gusta escribir todos los días”, dice. “Me gusta entrenar todos los días, la estructura me ayuda a mejorar”. Empieza estirando un poco. La espondilitis anquilosante se ceba con los huesos de la pelvis y es por eso que Reynolds se centra mucho en las articulaciones de la cadera. Se suelta con unas zancadas y con posturas de yoga como el perro bocabajo y una versión modificada de la postura de la paloma (con la rodilla, el tobillo y el pie delanteros apoyados en un banco y el torso recto).

Si lo ves, pensarías que Reynolds ha sido un atleta toda su vida, pero no es así. “Al principio era como un pequeño cervatillo aprendiendo a caminar” dice el entrenador de bienestar Brad Feinberg, entrenador personal certificado por la NASM, que lleva entrenando al cantante desde 2017. “Pero tenía los objetivos claros: quería verse bien sin camiseta y quería poder hacer mates”.

Mientras Feinberg dice esto, Reynolds se dirige a una barra cargada de pesas. La levanta a la altura de los hombros y empieza a hacer sentadillas frontales, un destruye piernas que no puede soportar. Pero por otro lado, desde que se comprometió con el gimnasio, Reynolds ha seguido adoptando los hábitos que no le gustan. Ha eliminado prácticamente los alimentos procesados, las carnes rojas y los lácteos de su dieta y ha introducido verduras, frutas, pollo y pescado que le ayudan con la inflamación.

El nuevo programa de recuperación le dio una base de salud que le permitió progresar de manera rápida, conseguir dar casi el “cien por cien”, en el gimnasio a diario, según Feinberg. Reynolds hace esto mismo aunque esté de gira. Sí, se pasa hasta las 2 de la mañana tocando, pero el día siguiente a las 9 ya está en el gimnasio. Recientemente, recuerda Feinberg, Reynolds se fue a un gimnasio tras un concierto con la intención de batir su marca personal de peso muerto. Levantó 181 kg, 22 kg más que su anterior mejor marca.

Reynolds está concentrado hoy, pues después de las sentadillas frontales hace unos cleans con barra y ejercicios de tren superior antes de acabar con unos minutos en la escaladora. “Es una hora y media de dolor a cambio de un día sin dolor”, dice. “O un día entero de dolor porque no he querido entrenar. Tu me dirás. Si no lo hago, me vuelvo loco”.

Usa unas mancuernas para este circuito de 10 rondas del entrenador de Reynolds, Brad Feinberg. Empieza haciendo 10 repeticiones de cada movimiento, luego 9, luego 8 y así hasta hacer 1. Entre rondas, haz 300 metros en una bicicleta de aire.

Sujeta las mancuernas a la altura de los hombros, activa los abdominales y los glúteos. Baja a una sentadilla y luego sube; eso es una repetición.

Ponte de pie con las mancuernas a la altura de los hombros. Sube de manera explosiva y haz una prensa por encima de la cabeza con las mancuernas. Bájalas a los hombros; eso es una repetición.

Ponte de pie, luego baja el pecho al suelo. Sube de nuevo y salta; eso es una repetición. ¿Demasiado fácil? Hazlo con unas mancuernas a la altura de las caderas.

¿EL SITIO MÁS GUAY EN EL QUE HAS ENTRENADO?

“He entrenado por todo el mundo. La verdad es que me han gustado todos los sitios. Siempre intento buscar un gimnasio molón”.

“Odio hacer piernas, odio las sentadillas y eso. Pero me gustan los curls nórdicos de isquiotibiales”.

¿QUÉ EJERCICIO ODIAS?

“Las sentadillas laterales hasta el suelo. Es ese en el que las rodillas van por encima de los dedos de los pies. Las odio. Mucho. Pero me gustan mucho las sentadillas frontales”.

¿MÚSICA PARA ENTRENAR?

“Me crié en los noventa escuchando una mezcla entre hip-hop y grunge. Así que tengo una lista en la que hay desde John Mellencamp a Jay-Z a, mmm, The Cranberries”.

¿FUERA DE LA DIETA?

“Cereales Toast Crunch de canela con leche”.