Cabello corto, 1.70 metros, barba bien rasurada. Fabián Andino y Fabián Naya son dos amigos que, al menos a simple vista, apenas cumplen con los estereotipos pintorescos de un surfista. Tienen 42 años y cargan en la espalda decenas de experiencias arriba de una tabla, pero, pese a su adultez, siguen viviendo el surf como el primer día.
Su responsabilidad como instructores del deporte comenzó a pesarles con el correr del tiempo. Uno de ellos, preocupado por el despilfarro de residuos que observaba a las afueras del shopping de Punta del Este y en los alrededores de las playas, le comentó al otro que debían hacer algo con esos cientos de vasos, bidones, botellas y contenedores repletos de basura que invadían las cuadras cercanas a su casa en cada atardecer.
Su amigo, sin dudarlo, se comprometió a ayudar. Y así se inició una larga historia que hoy se consolida en Ecosurf, un proyecto de reciclaje en crecimiento que utiliza el plástico —mayormente botellas arrojadas al mar— para crear tablas de surf y paddle surf (también llamado surf de pala) e intenta que otras familias también se construyan las suyas.
Un garaje con una luz tenue, música distendida de fondo, una guitarra y algo de cerveza bastó para motivarlos y encaminarlos a su idea, una idea única en Uruguay.
Ensayaron distintas formas de construcción, probaron con varios pegamentos, hasta que dieron en el clavo. “La primera tabla que construimos la hicimos con la intención de surfear, de correr olas y que aguantara la presión del impacto, la fuerza de inercia que te lleva hacia adentro del mar, más el peso nuestro. La probamos en agua dulce, con agua caliente en verano y agua fría en invierno. La idea era que el mismo producto contemplara todas las variables climáticas y la tabla aguantó fantásticamente”, dijo Andino, uno de sus fundadores, a Referí.
Andino y Naya pasaban días y noches hasta las dos o tres de la madrugada probando envases y estudiando el mantenimiento de la flotación en el mar. Uno se dedicaba a investigar el volumen de litros que soportaba una tabla de madera y el otro a entender la fuerza de inercia. Así pasaron meses, en un constante ensayo y error. Hasta que se tiraron al agua.
“Pensamos que podía ser un buen producto para enseñar a la gente, por un lado a reciclar, y por otro a aprender un deporte sano que muchos médicos recomiendan, también por la situación actual”, contó Andino.
Hace poco más de dos años, luego de indagar distintas opciones, los surfistas descubrieron que para formar una tabla reciclada siempre debían tener en cuenta el peso de la persona que iba a subirse.
Si es un niño u adolescente, entre unos 30 y 50 kg, descubrieron que necesitan alrededor de 50 a 60 botellas. En el caso de un adulto estándar, entre 60 y 90 kg, la apuesta se redobla a conseguir 80 botellas, y con un adulto de más peso la cantidad justa ronda los 110 o 120 envases.
El procedimiento no es tan sencillo. Primero tienen que juntar botellas y rellenarlas con aire comprimido. Tienen tres maneras posibles de hacerlo: puede ser a través de un inflador y una cámara de bicicleta, con una piedra de hielo seco o dejándolas en el freezer por más de dos horas.
Después, deben colocarlas debajo de la tabla, unirlas con un acople y utilizar pegamento no tóxico. “La botella queda por debajo de la estructura y arriba necesita una goma eva, que encontramos siempre en los contenedores. Eso hace que el agua no filtre y se mantenga (la superficie de la tabla) seca”, detalló Andino sobre las tablas de dos metros, que duran de cuatro a seis años.
Por último, se concentran en el lijado para lograr mayor flotabilidad y ganarles la carrera a las tablas tradicionales. Es por eso que recogen caños de PVC de obras en construcción y los agregan, ya pulidos, con pegamento.
“Con este mecanismo, hasta el momento, hemos construido ocho tablas, que son las que utilizamos en talleres y clases”, detalló el creador de Ecosurf.
Además de las ocho tablas, crearon otras dos solo con plástico, que ni siquiera llevan pegamento y soportan hasta 150 kg. “Las vamos a patentar porque son únicas en el mundo. Son una roca. No tienen forma de desarmarse y son súper livianas. Estamos deseando terminarlas para probar. Nos han dicho 'díganme un costo y yo les compro una tabla porque no tengo tiempo para construirlas', pero no podemos vender las botellas porque la materia prima está en todos lados. Por eso estamos patentando este modelo nuevo, que lleva pegamento y por su construcción sí lo podemos vender, y un kit de construcción para que, con las botellas que tengan, solo lo ensamblen y tengan su tabla", dijo.
Y agregó: “Los niños están fascinados porque pueden construirse sus propias tablas. No queremos que las familias pobres las construyan, sino que cualquier persona recicle y se haga cargo de su basura. Es para todos los estratos sociales. Cualquier persona tiene que eliminar el consumo de plástico y tomar conciencia”.
Desde que se iba de vacaciones a Santa Teresa y veía a hombres “caminar” por el agua, Andino ya pensaba su vida junto al mar. Una tarde concluyó que mientras sus amigos pagaban el psicólogo él podía ir a la playa a solucionar sus problemas. Cuando estuvo en Brasil notó que combinar el surf con ayuda comunitaria le hacía aún mejor.
“En 2010 o 2011 colaboré en un barrio en la parte de Santa Catarina (Brasil). Ellos tenían un problema: había gente que plantaba, que hacía comida o eran artesanos, y no podía cruzar para las islas a vender lo que producían, entonces tenían que pagar para que los llevaran en una balsa. Con un grupo vimos la problemática, agarramos unos bidones parecidos a los del detergente y juntamos un montón. Atamos sus manijas con cuerdas y las enfrentamos, además de agregarle tirantes de maderas, pusimos una polea en una punta, cuerdas y armamos una balsa que servía para que la gente cruzara. Creo que ahí empezó mi inquietud de utilizar el plástico tirado para el beneficio propio”, dijo en diálogo con Referí.
Aquello que comenzó como un experimento de amigos ahora les permite acercar a decenas de personas discapacitadas con un estilo de surf —el paddle surf— mucho más inclusivo y fabricar decenas de objetos gracias al reciclaje. El principal ejemplo son las tablas —tanto de surf como de paddle surf—, que en lugar de US$ 2.000 como las convencionales, les suelen costar cerca de $ 2.500 en materiales. Pero también difunden la inventiva en una escuelita de surf en La Capuera, donde dan sus clases. "Enseñamos la parte teórica de cómo construir la tabla, la parte práctica, y cómo utilizarla en el agua".
"Hay gente que quiere comprarlas y nosotros le decimos que aprendan a hacerlas. Si quieren reciclar y ayudar, reubicamos sus envases a diferentes centros donde hay niños nucleados y las van a utilizar para construirse sus propias tablas", insistió el fundador.
Para organizar estos trabajos, tienen habilitados hasta entonces dos centros operativos, uno en Maldonado y otro en Canelones, y están a punto de inaugurar otros cinco en San José, Salto, Paysandú, Artigas y Río Negro. En uno compostan el plástico con bolsones de recolección de envases y lo envían a Montevideo, desde donde se exporta y se le da distintos usos, como fabricar ropa. En el otro, se concentran en enseñar el mecanismo para armar las tablas y promueven un mensaje para "reducir de verdad” el consumo de plástico.
La presentación oficial del proyecto Ecosurf fue en La Capuera (Maldonado), sobre las aguas de Laguna del Sauce, a principios de febrero de 2021. A mediados de ese mes, la idea sonó en Montevideo y fue difundida por la Secretaría Nacional de Deportes, el Ministerio de Medio Ambiente, la fundación de Lorena Ponce de León y otros organismos. Incluso, el presidente Luis Lacalle Pou supo del emprendimiento e invitó a los creadores a su casa.
“Tenemos una invitación del presidente a la casa y en algún momento vamos a ir. Nos invitó para que fuéramos a contarle de esto porque quería conocernos y le encantó la idea, más allá de su afinidad por el deporte. Le gusta que la iniciativa salga de dos ciudadanos comunes y corrientes”, comentó Andino.
Pese al apoyo público, que aún no es económico, Andino está "muy agradecido" pero también piensa que “es turno” de que los privados apoyen. Junto a su amigo, recibió decenas de solicitudes sobre el precio de las tablas, a lo que aclaró que no las venden, aunque aún reclama por un respaldo económico detrás del proyecto.
Si bien agradece el respaldo de Sebastián Bauzá, Gerardo Amarilla y otros integrantes del gobierno, que le dejaron la Secretaría de Deportes "a disposición", prefiere mantenerse al margen de las afiliaciones partidarias, aclarar que es "apolítico" y aferrarse a la idea de que con otro partido en la Presidencia hubiera lanzado el emprendimiento igual.
"Para nosotros va mucho más allá del tema político y del deporte. Nos parece que es sumamente importante tomar conciencia —de verdad— de que seguimos perjudicando al mar y nos quitamos calidad de aire. El oxígeno que respiramos viene del océano y si lo ensuciamos la calidad cada vez va a ser peor. Para las generaciones que vienen va a estar mucho más complicado", expresó Andino.
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